Carta abierta de la Academia de Ciencias Veterinarias de Castilla y León, sobre la crisis pandémica por COVID-19

Enfilamos hoy la segunda parte de esta larga condena de aislamiento en los hogares como consecuencia de la difusión del recién aparecido SARS-CoV-2, que produce el COVID-19 (la neumonía por coronavirus), que tantas vidas se está llevando, y lo hacemos con la esperanza de que pronto termine esta pesadilla que parece el argumento de una película de terror.

Cuando comenzaron a difundirse noticias de la presencia de la enfermedad en China y aparecieron los primeros datos de las investigaciones de los científicos de aquél país y poco después se produjeron las primeras alarmas en la vecina Italia, muchos veterinarios pensamos en los años, afortunadamente ya pasados, de las grandes epidemias del ganado, como la fiebre aftosa, peste porcina africana o peste (influenza) aviar, incluso peste bovina, algunas de ellas sufridas en las propias carnes y en otros casos en los países vecinos. Ante tales hechos, la mentalidad veterinaria, acostumbrada a trabajar con grandes poblaciones de animales, planificaba ensoñaciones llenas de previsiones para localizar el foco, aislar, prevenir y erradicar, muchas veces en condiciones parecidas a las que se han dado ahora, como la falta de tratamientos o vacunas, incluso sin tecnologías tan eficientes como de las que se dispone ahora para montar una vigilancia basada en el diagnóstico rápido y las actuaciones inmediatas, que son la clave. Lamentablemente nada de eso se puso en práctica y con fallos importantes solo se ha atendido al eslabón final de la cadena de contagios y no al contrario, yendo por detrás de la epidemia, ahora pandemia, y no por delante. En estas condiciones, el resultado es el que es, con miles de víctimas y el enorme sacrificio de los sanitarios asistenciales, igual que del resto de profesiones que velan porque siga existiendo abastecimiento de alimentos, que antes tienen que ser producidos, procesados y distribuidos en condiciones de seguridad alimentaria o los sectores encargados de la seguridad ciudadana, con el encomiable esfuerzo del ejército.

La Ciencia Veterinaria debería haber sido llamada a colaborar en las estrategias y planes de prevención y control. Por un lado, en su actividad de lucha contra zoonosis (y ésta lo es), igual que en cuanto tiene que ver con la Seguridad Alimentaria es, en estos campos, una pieza clave del funcionamiento de la Sociedad desde el punto de vista sanitario, aunque esa actividad no sea asistencial, como la del médico o el enfermero. Ahora que se habla tanto de Una sola Salud, para escenificar la colaboración de todos y del veterinario en primera línea, se echa mucho de menos su ausencia, injustificada, porque sus conocimientos son muy valiosos en ocasiones como ésta, en la que nos jugamos tanto. Pero su presencia y actividad es deseable, también, en el primer punto de esta cadena, integrando su colaboración en el estudio del agente, un virus animal, de una familia formada ya por más de 60 especies, de las que más del 80% son de origen animal, igual que del conocimiento de las circunstancias que rompieron la fidelidad de hospedador y saltaron a la especie humana, para que la situación no se repita, o en el diseño de recursos preventivos. Desde aquí reclamamos esa integración.

Algunos de estos aspectos iban a ser abordados en una sesión conjunta de académicos veterinarios y médicos, pero los acontecimientos lo han impedido. Desde estas líneas animamos a todos nuestros académicos y a todos los veterinarios, para salir de este trance en que, sea como individuos o como profesionales, tanto aportamos y mucho más podemos aportar. Hacemos votos por la vuelta a la normalidad lo más pronto posible y, aún en esta fase, ofrecemos nuestra colaboración a los gestores sanitarios y políticos.

León, 30 de marzo de 2020

Elías F. Rodríguez Ferri

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